Ver un álbum familiar ajeno es como hurgar en la ropa sucia de un extraño. Nadie debería martirizar así a sus visitas, porque los álbumes de fotos anodinas sólo tienen interés para la gente retratada en ellos. Pero cualquiera que toma la foto de un ser querido siente la urgencia de mostrarla en público y exige una aclamación.