Todos los que hemos trabajado en el medio lo sabemos, pero nadie hace nada por cambiar esa dependencia ciega: el rating ha decapitado grandes proyectos, hermosísimas ideas. Ante el arranque mediático del milenio, pienso no sin tristeza que los jerarcas de las televisoras privadas, con tal de vender hasta gatos por liebres, han preferido ser mercaderes en vez de promotores de la inteligencia —por no hablar de la cultura, que para algunos es una forma sin futuro de entretenimiento.