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Enrique Serna

Enrique Serna ha cautivado a decenas de miles de lectores desde la aparición de Señorita México, su primera novela. Con El seductor de la patria obtuvo el premio Mazatlán de Literatura. Sus cuentos, reunidos en los libros Amores de segunda mano y El orgasmógrafo, figuran en las principales antologías del género, como la preparada por García Márquez para la revista Cambio. En 2002, un jurado convocado por la revista Nexos lo incluyó entre los diez mejores cuentistas mexicanos del último cuarto de siglo. Ha publicado, además, la novela Ángeles del abismo (Premio de Narrativa Colima 2004), la novela urbana Uno soñaba que era rey, el thriller satírico El miedo a los animales, que provocó un gran escándalo en el medio intelectual mexicano, las novelas intimistas Fruta verde y La sangre erguida (Premio Antonin Artaud 2010) y las colecciones de ensayos Las caricaturas me hacen llorar y Giros negros. Sus obras se han traducido al francés, al portugués, al italiano y al inglés.
years of life: 1959 present

Quotes

Berenice Torreshas quoted3 months ago
–Lo sé, pero el amor es egoísta. Uno quiere llevarse lo mejor que tiene.
–Amar es desear el bien de tu pareja –Nubia le soltó la mano, resentida– y la muerte es el peor de los males. Si me quieres muerta, entonces no me quieres.
kim claudiahas quotedlast year
Aquella época difícil, en la que no sabía si refrenar o desatar mi agresividad, terminó providencialmente cuando la señora Reeves sufrió un ataque de embolia que la llevó al otro mundo. Permítanme hacer un alto en la narración para escupir sobre su recuerdo. Aún después de muerta siguió burlándose de mí. No esperaba gran cosa de su testamento, apenas una renta modesta por todos mis años de servicio, pero jamás imaginé que me incluiría entre sus bienes. Y encima se dio aires de filántropa. Fui donado al museo de su pueblo natal (New Blackwood, North Carolina) «con el deseo de que mis coetáneos conozcan las obras más relevantes del arte moderno», según dejó escrito en una carta para las autoridades del ayuntamiento.

Esa traición acabó con mi paciencia. Estaba claro que nunca me otorgarían la libertad si yo no la conquistaba con mi propio esfuerzo. El notario de la señora Reeves retrasó deliberadamente los trámites de la donación para lucir ante sus amigos la pieza que tenía bajo custodia. Era un sujeto vulgar y despreciable. No solo hirió mi dignidad humana depilándome con rudeza, pues con él no valían sofisticaciones: también lastimó mi orgullo artístico. Después de haber alternado con obras de mérito en la sala de la señora Reeves no pude soportar la compañía de sus baratijas clasemedieras ¡Yo, un Picasso, junto a una reproducción de la Última cena de Salvador Dalí!

Escapé de su casa con la sensibilidad maltrecha. Vagabundeando por las calles de Manhattan llegué a Greenwich Village, donde hice amistad con un carterista portorriqueño, Franklin Ramírez, quien se ofreció a enseñarme su oficio a cambio de que le sirviera como ayudante. Trabajábamos en los vagones del Metro en las horas de mayor congestionamiento. Yo dejaba caer unas monedas y Franklin deslizaba sus ágiles dedos en los bolsillos de los inocentes que me ayudaban a recogerlas. Con él pasé los días más felices de mi vida. Por fin alguien me trataba como ser humano. Era libre, tenía un compañero de aventuras, me ganaba la vida haciendo algo más divertido que posar como un muñeco de lujo. Lo más admirable de Franklin era su apabullante sinceridad en materia de pintura. El minotauro no le gustaba. Decía que la cabeza de toro estaba mal dibujada, que aquello era un monigote deforme,
kim claudiahas quotedlast year
Bien dicen que cuando más amargas son las adversidades, más cerca estamos de la salvación.

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Rodrigo Garcia Zshared an impression8 months ago
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    Enrique Serna
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