Y los libros, el objeto más simbólico de todos, lograron incluso sobrevivir a su muerte. Ese regalo que daba a todo el mundo, sin importar si lo querían, sólo para declarar mantras callados: soy esto y me importas. Soy el que regala libros a quienes no leen. Soy el que no tiene dinero más que para dar y dar esos objetos cada vez menos certeros. Soy esto y me importas mucho.