Así que ése era el monstruo, el loco, el borracho. El rey y mendigo, el mal marido y peor padre, el cobarde, el que había huido, el padre finado y refinado. El muerto vivo.
Cordelia: ¿Cómo está mi real señor?, ¿cómo se encuentra vuestra majestad?
Lear: Habéis hecho mal en arrancarme de la tumba. Tú eres un alma en la bienaventuranza; pero yo estoy atado a una rueda de fuego, y mis propias lágrimas me escaldan como plomo fundido.
Cordelia: ¿Me conocéis, señor?
Lear: Sois un espíritu, lo sé. ¿Cuándo moristeis?
El día que abdicaste como padre, el día que decidiste dejar de cuidarme. Y mira si tu tragedia es grande, papá, porque ese día morí pero sólo para ti.