Este libro me abrazó desde febrero y no me soltó. Tuve que dejarlo a ratos porque el tema ahonda en lo personal de sus autoras y eso inevitablemente me hacía voltear a ver mi propia historia. Vivimos en un mundo que no está hecho para maternar; desde los acontecimientos ambientales, hasta la construcción de nuestras sociedades. Dentro de los matices de las experiencias de cada autora descubrí que:
1) Maternar es una decisión (aunque a veces no lo parezca)
2) Ninguna postura (ser o no ser madre) anula la otra
3) Aunque maternar es personal, no logra desprenderse del yugo de lo social y generacional.
A este libro le agradezco el acercarme a un tema que me llevó a reflexionar de una manera más profunda y con mucha empatía. Gracias a él pude abrir comunicación con otras mujeres para conocer sus historias, y eso me enriqueció todavía más. Aprendí que la maternidad es algo tan profundo y con tantas aristas que es imposible reducirla en un solo concepto, pues tiene tantos matices como mujeres tiene el mundo.
Ambas perspectivas son dimensiones crudas, desgarradoras y hermosas.
Ser mujer implica batallar con los paradigmas de la maternidad, desde que jugamos con un nenuco en la infancia.
Empatía: una de las claves para comprender que cada una lo vive y lo decide diferente.
Amé todo el diálogo del libro y el cierre de Lola Horner y Ave Barrera; si entre nosotras podemos crear ese puente de empatía a través de las experiencias, claro que podemos derribar esas convenciones machistas sobre la maternidad.
Al final quedé algo confundida, pero eso no quita que sea un librazo. Me encantó el detalle en la descripción de la casa y la narración es excelente.
En las últimas páginas tuve que endurecer el estómago para seguir leyendo, y ya que terminé me pregunto por qué no sentí la necesidad de hacerlo desde el principio si desde entonces hay hechos desagradables.
Me parece que es un libro necesario para cuestionar ciertas obras consagradas.