La Piedra Lunar, que te fue requisada anoche cuando aterrizaste en la antorcha, permanecerá en Elmoon bajo la custodia de La Guardia.
Aquello pareció, por fin, llamar la atención de la chica. Miró a Fiona Fortuna, como si le estuviera hablando en otro idioma y no entendiese nada de lo que había dicho. Después a Félix, a Benjamin y, por último, a James. El pecho le subía y bajaba con intensidad, cada vez más, como si estuviera a punto de soltar una pataleta por su expulsión.
James la miró a los ojos. Parecían estar en llamas. Lo último que pudo ver en su expresión fue una media sonrisa antes de que, frente a toda La Guardia, se transformara en el dragón dorado y saliese de ahí volando, reventando los cristales de la Sala de la Corona a su paso y desapareciendo en el cielo de Nueva York.