La filosofía, como actividad, tiene que seguir desempeñando su labor terapéutica: deshacer falsos problemas para dejar, como siempre ha perseguido Wittgenstein, las cosas como estaban. Pero ahora «dejar las cosas como estaban» ha adquirido un nuevo sentido: hemos pasado, acompañando a Wittgenstein a lo largo de su vida, de la experiencia solipsista del místico, a la praxis vital, múltiple e inmanente a sus expresiones.