Y, más que nada, sintió la posesión de sí mismo, dentro de su piel, sobre sus botas, motivador de sus músculos y facultades, poseedor de toda aquella belleza, dureza, jugosidad y juventud, dueño del billete que iba a comprarle su brillante futuro, y todo esto estuvo a punto de abrumarle. Antes, y no tan antes, siempre se había enfrentado ante los espejos con una persona triste, asustada y solitaria, que no estaba contenta de sí misma, pero ahora este individuo había desaparecido, esfumándose por completo, siendo reemplazado por el nuevo Joe.