Los nombres primitivos de las calles eran prácticos. En la Inglaterra medieval, poco a poco, las calles fueron tomando los nombres de un árbol o un río cercano, la granja al final del camino, la posada de la esquina. Los nombres podían ser el reflejo de lo que allí pasaba —por ejemplo, Gropecunt Lane—, pero también de lo que podías encontrar allí: el carnicero, el herrero, el mercado. Otras calles recibían el nombre del lugar adonde conducían; por ejemplo, London Road, para llegar a Londres. Los nombres de las calles se volvieron oficiales mucho después de que estos aparecieran y comenzara a usarse señalización. No es de extrañar que nombres tan sosos como Church Street (calle de la Iglesia), Mill Lane (calleja del Molino) y Station Road (camino de la Estación) sigan siendo algunos de los nombres más comunes en el callejero inglés.