Por eso los desastres son tan importantes para la filosofía política: en ellos, las jerarquías, las administraciones y las instituciones —el conjunto de la estructura social— pueden desmoronarse, y el resultado suele ser la anarquía en el sentido en que Kropotkin la entendía, un conjunto de personas que deciden libremente cooperar en comunidad, y no la violencia tumultuosa y caótica que nos muestran los medios de comunicación.