Eso de no ser explosivas encaja bastante bien como definición de lo que se les pide principalmente a las madres; aunque, solo hace falta preguntarlas para saber que explosivas es, precisamente, como con frecuencia se sienten, por mucho que lo vivan con consternación: no hay nadie en el mundo a quien quiera más que a mi hija; ni nadie en el mundo que me enfurezca tanto. Y es esta exigencia —la de ser respetables y no explosivas— lo que me parece que saca de quicio a las madres y, por extensión, a los bebés. Aunque bien sé, naturalmente, que esto es justamente lo opuesto de lo que suele pensarse al respecto —si una madre no puede con ello, ¿quién va a poder?—