—Te lo regalo.
—No hace falta, puedo pagarlo yo.
—Ya sé que puedes, pero quiero hacerlo —insiste completamente serio.
—¿Por qué?
—Porque, cada vez que te vea con él puesto, quiero recordar que fui yo quien te regaló algo que hace que todo el mundo se gire para mirarte. Eso y que, cuando ocurra, quiero que tú también lo recuerdes.
Estoy segura de que he dejado de respirar. Al menos hasta que veo el arrepentimiento casi inmediato en los ojos azules de Carson. Ignoro el dolor y sonrío mientras guardo la cartera.
—Gracias.
No hablamos en todo el camino hasta el rancho, pero yo no me quito el sombrero.