Ribeyro sabía muy bien que un escritor no sólo deja una obra, sino también una imagen de sí mismo, que a veces es más poderosa que lo escrito, y él elaboró cuidadosamente la suya.“Lo ideal, para un artista, es tal vez morir antes de los 50 años, como Camus o Vallejo, cuando aún se espera mucho de él”, escribió.