Nada de lo que quieran decirme las criaturas que pueblan este cuerpo celeste llamado Tierra es, a decir verdad, urgente: este es mi principio. La invención del teléfono móvil, del correo electrónico, así como de otros sistemas de interconexión rápida ha conducido, de hecho, a la destrucción de un género literario sumamente querido para mí: el género epistolar. Unos cuantos siglos de obras epistolares han sido, así, barridos con brutalidad de la educación de los jóvenes y de nuestros contemporáneos. Y yo me opongo a este crimen. Por esta razón, prefiero escribir cartas de tipo tradicional y sólo respondo si se me escribe de la misma manera, en hojas de papel A4, a mano e, imperativamente, con pluma estilográfica. El bolígrafo me parece un insulto.