Prometiendo limitar su lista a «solo unas pocas», Brown continúa luego enumerándolas:
Una cabeza de elefante con los dientes molares en ella. Un animal como un armadillo, pero cuyas escamas son mucho mayores y la cola más ancha. Peces voladores muy grandes. Un caballo de mar. Pan del monte Líbano. Una rama de cedro con el fruto en ella. Grandes granadas como crecen en la mina. Una mano de sirena. Un camaleón. Un trozo de hierro, que parece ser la punta de una lanza, hallado en el diente de un elefante, habiendo crecido el diente a su alrededor. La isla de Jersey dibujada por nuestro rey Carlos II. Un trozo de madera con la sangre del rey Carlos I sobre ella. Un arpón de Groenlandia con un gran cascabel en su extremo. Muchas pinturas japonesas en las cuales pueden ser observadas sus maneras de cazar y trabajar. Un cuadro de nuestro Salvador, sobre el cual está grabada… la historia de su Pasión. Castores sacados del río Elba. Un cuadro de la matanza de los Inocentes realizado por Alberto Durero. Pinturas de diversas y extrañas aves de corral. Una barca groenlandesa. Las pieles de osos blancos, tigres, lobos y otras bestias. Y no debo omitir la liga de una novia inglesa, junto con la historia de esta, de la moda que existía en Inglaterra de que los novios se la quitaran y se la pusieran en el sombrero, lo que les parecía tan extraño a los alemanes que me vi obligado a confirmárselo, asegurándoles que yo mismo en varias ocasiones había llevado dicha liga.
Un ensangrentado trozo de madera, un castor disecado, un colmillo de elefante, una mano de sirena, una liga nupcial y un cuadro de Durero…