La infamia del desatendido, la infancia que vuelve contigo y puebla de deformes tu realidad. No quieres habituarte a la desgracia como si —por el hecho de que le ocurra a todos— tuviera que ver contigo. Quieres mejorarte y, sobre todo, quieres pensar que aquello es excepcional, que saldrás y caminarás por la calle sin que te falte aire, que recordarás lo que has sido y pensarás en lo que serás. Aunque el adentro traiga ese lenguaje de ayer y te devuelva una y otra vez sobre la misma película de tu niñez mientras sigues esperando a que te llamen, a que te digan, a que te hagan.