El nombre de América Latina surgió a mediados del siglo xix, asociado al desarrollo de una identidad propia de los pueblos al sur del río Bravo y frente al expansionismo norteamericano. La búsqueda de un nuevo apelativo para esta parte del continente americano, al que se denominaba como Indias o Hispanoamérica, había comenzado a finales del si-glo xviii, poco tiempo antes de que estallara la lucha emancipadora en las colonias españolas. Ello estaba en correspondencia con la aparición de una incipiente conciencia protonacional entre los españoles-americanos, como los llamó el jesuita peruano Juan Pablo Viscardo en una carta contestataria de 1792.
Fue el venezolano Francisco de Miranda el primero que se preocupó por una nueva denominación para señalar de manera inconfundible a la totalidad de las posesiones españolas de este hemisferio y también para distinguirla de los Estados Unidos de América, que se habían apropiado del nombre genérico del continente para dárselo a su recién constituida nación. Por eso inventó hacia 1788 el nombre de Colombia, del que ya se había valido cuando elaboró su primer manifiesto independentista, titulado “Proclamación a los Pueblos del Continente Colombiano, alias Hispano-América”, de la misma manera que llamaría después “ejército colombiano” al contingente militar que en 1806 guiara a las costas de Venezuela, o El Colombiano al periódico que editara más tarde en Londres (1810).