La revolución es el otro nombre de la modernidad: sujeto, responsabilidad, capacidad de tomar decisiones también trágicas; los otros, pensados no solo como amenaza o límite, sino también como multiplicador de potencia, creatividad, imaginación, disfrute. Y, si la palabra posmoderno tiene algún sentido, es en la inversión especular de esos términos: identidad, pasividad, desresponsabilización, los otros como rivales, competidores, motivo de resentimiento.