Después de todo, en la sociedad moderna capitalista cada cual velaba por sus propios intereses, y el delito era la forma propia y natural de esa vigilia. Con lo que la sociedad entera vivía en una atmósfera de delito. La ley era sólo un regulador. Pero los intereses individuales se traducían en dinero, y para que éste sirviera a todos los ciudadanos, para que se adaptara a todos los movimientos del deseo y la fantasía (y la realidad), era necesario que mantuviera un nivel de abstracción.