Un mapa cómo

Creo que fue un mapa pequeño

que alguien había dejado

en alguno de los pocos libros

de las estanterías de la casa.

Aquel mapa guardaba alfileres y hambruna,

grietas en las fronteras,

una radiografía de silencios.

Cómo se construye un paisaje:

esa columna vertebral de un jarrón sosteniendo

la flor que luego secaste como si la memoria

pudiera en realidad devolverte la fotografía real

o un instante preciso.

Que los hombres que murieron de espaldas

se porten mal

y en ese suelo árido crezca una cabeza

de la que surja una rama de olivo

y luego digan:

aquí sucedió; aquí, recuerden.

Que en tu recuerdo

este grito resuene

cualquier mañana.

Que las palabras permanezcan.

Que beba un trozo de cielo

el asesino o el verdugo.

Que se alejen todos los que aseguran

conocer las respuestas.

Las calles de un pueblo desierto

me atormentan por la noche.

Los más ancianos dicen

que quienes mueren

pisando la tierra

pertenecen a ella para siempre,

hablan a los árboles,

dan de comer a los pájaros.

Fíjate en la escuela:

¿quién apunta hacia allí?

¿Quién sostiene una bala

frente a una escuela?

Y luego está la iglesia,

inmóvil frente al tiempo.

Tú me preguntas

cómo se sostiene una casa.

No es esa la cuestión.

Importa de quién es esa casa.

Importa el aire,

si aquel día fue un día de ventisca;

si alguien arrancó las flores.

Importa la tierra

porque la tierra permanece.

Importan los árboles

porque son los testigos.