Supongo que no quieres perder tu nombre, ¿verdad?
—¿Yo? De ningún modo —repuso Alicia, algo inquieta.
—Y, sin embargo, no sé, no sé… —siguió diciendo el Mosquito como si tal cosa—. Piensa en las ventajas de volver a casa sin el nombre. Por ejemplo, cuando la niñera quiera que vayas a estudiar la lección, dirá «Ven aquí, …», y entonces se callará, porque no podrá llamarte por ningún nombre; y así tú no te verás obligada a acudir, desde luego.