Todos sus recuerdos se circunscribían a aquel viejo y tranquilo rincón de la ciudad, que empezaban a desfigurar los grandes derribos para hacer nuevas calles, fúnebres bulevares, abrasadores en verano y heladores en invierno; tétricas avenidas que habían americanizado el aspecto del barrio y destruido para siempre su atmósfera íntima, sin haberle aportado a cambio ninguna ventaja de comodidad, de alegría, de vida.
Aquí está las destrucción de la vida