—Pero ¿cómo? El bueno, en cuanto que bueno, ¿no se bastaría a sí mismo?
—Sí.
—Pero el que se basta a sí mismo no necesita de nadie en su suficiencia.
—¿Por qué no?b
—El que no necesita a nadie, tampoco se vincularía a nadie.
—En modo alguno.
—El que no se vincula a nadie, tampoco ama.
—Verdaderamente no.
—El que no ama, no es amigo.
—No parece.
—¿Cómo, entonces, pueden los buenos, sin más, ser amigos de los buenos, si vemos que, estando ausentes, no se echan de menos —ya que son autosuficientes, estando separados— y, si están juntos, no sacan provecho de ello? ¿Qué remedio poner para que tales personas lleguen a tenerse mucha estima?