Cuando abrimos la comunicación entre el yo y algo más grande que nosotros, nos posicionamos para recordar que tenemos voz en las cosas, pero nunca la última palabra.
Esto puede resultar aterrador al principio, pero también puede ser un alivio. Porque abre a la posibilidad de que existe algo más allá de nuestra propia influencia. Incluso si tu práctica espiritual consiste tan solo en reconocer de alguna manera, cada día, que hay cosas sobre las que no tienes injerencia, esa es una forma de honrar a algo más grande.
La práctica espiritual es una forma de abrir nuestra conciencia a un orden más amplio y misterioso de las cosas, de dejar de lado los esfuerzos por controlar los resultados de nuestras vidas y de escuchar las respuestas que surgen de un proceso que no tiene nada que ver con nosotros a nivel personal.