Me gusta inventar conversaciones ficticias en mi cabeza. Lo hago todo el tiempo. Solo en el silencio alcanzo las palabras exactas, esas que nunca salen en el momento adecuado, como si se atascasen en algún lugar entre los pulmones y la garganta. Así que cuando las encuentro me permito decir todo lo que callo. Hablo con mi madre y le confieso que, aunque sé que es egoísta por mi parte, me decepciona ver cómo se va desdibujando hasta desaparecer. O el hecho de que a veces olvide que no solo tuvo una hija y que yo sigo aquí, viva. A mi padre le digo que es un cobarde y que, cuando lo miro, tengo la sensación de estar delante de un completo desconocido. A los dos les recuerdo que no soy invisible. En general, mentalmente hablo muy a menudo con los miembros de mi familia y de vez en cuando con el resto del mundo. Puede que algún día también lo haga contigo