Ada Lovelace

«¡Puede brillar una luz oculta que no muera nunca / que atraviese las nubes expresada en las más puras tonalidades!».

Que una mujer tuviera éxito en ciencia en la Gran Bretaña del siglo XIX requería una combinación de muchas circunstancias afortunadas: acceso a la educación y a los libros; talento y ambición, reconocidos y alimentados por ella misma y por otros; buena salud; apoyo del marido y los padres; y riqueza y posición social.

Lovelace estaba adelantada a su tiempo en su comprensión de la importancia de la fotografía para la ciencia, ya que escribió:
Creemos que sigue sin sospecharse el importante papel que la fotografía jugará en el avance del conocimiento humano.

La imaginación es la facultad del descubrimiento [...] La ciencia matemática muestra lo que es. Es el lenguaje de las relaciones invisibles entre las cosas. Pero para utilizar y aplicar ese lenguaje tenemos que ser capaces de apreciar, sentir, medir completamente lo invisible, lo inconsciente. La imaginación también muestra lo que es, el ser que está más allá de los sentidos. Por lo tanto la imaginación es particularmente cultivada por los que son realmente científicos, ¡los que desean penetrar los mundos que nos rodean

Abarca el álgebra, las matemáticas, la lógica e incluso la filosofía; una presentación de los principios de un ordenador de propósito general que no han cambiado; una explicación detallada y comprehensiva del llamado «primer programa de ordenador»; y un resumen de la ingeniería práctica de datos, tarjetas, memoria y programación.

Y en un eco de la preocupación de cualquier programador de la historia, también apreció la necesidad de
reducir al mínimo el tiempo necesario para completar el cálculo

Alan Turing estaba en desacuerdo. En un famoso artículo sobre «Computing machinery and intelligence» desafió lo que él denominaba «la objeción de lady Lovelace». Sugirió que a la máquina se le podía «ordenar» que fuera original, programándola para que produjera respuestas impredecibles.

La máquina analítica no tiene en ningún modo la pretensión de originar nada. La máquina puede hacer cualquier cosa que sepamos cómo ordenarle llevar a cabo.

Lovelace pensaba en el modo en que la máquina podría hacer álgebra –«teje patrones algebraicos igual que el telar de Jacquard teje flores y hojas»–

Suponiendo que las relaciones fundamentales entre los tonos, en la ciencia de la armonía y de la composición musical, fueran susceptibles de tal expresión y adaptaciones, la máquina podría componer piezas de música científicas y elaboradas, de cualquier grado de complejidad y extensión