La casa de los suicidios

Esperé. La mujer se quedó mirándome.

—Hay más. No dejé de hacerlo, después de mi hermano.

Pero me recordé que no debía confundir eficiencia con simplicidad. Esto me resultaba fácil solamente gracias a mi diligencia. Me resultaba fácil solo porque yo había trabajado para que así lo fuera.

No podía permitir que yo tuviera nada que él no pudiera jactarse de poseer. Era su naturaleza. La naturaleza de todos los matones.

él se tornaba más fácil de manipular.

El leve sonido parecía atrapado en las nubes encima de nosotros y retumbaba en esas bolas de algodón carmesí.

Eran brillantes y no tenían marcas, pero pronto quedarían delgadas y lisas,

mi anonimato en esta tragedia habría sido frágil como una hoja de papel.

Majestuoso, cuando pasaba desdibujado, demasiado rápido como para que los ojos pudieran registrar algo más que franjas de color.

Maté a mi hermano con una moneda de un centavo

solo le había dicho que un par de muchachos habían muerto en el bosque que bordeaba el campus.