Contra apocalípticos

los individuos que vivan en cualquiera de esas sociedades serán conscientes de que su mundo «no pasará a la historia», lo cual reducirá también las posibilidades de que sus acciones estén revestidas de un «sentido» que pueda parecerse a los que nosotros damos a las más significativas de las nuestras. Eso sí, explorar «arqueológicamente» (tanto en sentido literal como en el figurado) entre los restos que puedan quedar en cada época de sociedades muy sumergidas en el pasado será, sin duda, una de las actividades lúdicas a la que muchos elegirán dedicarse.

uno de los elementos fundamentales del «sentido» es la cimentación de lo que podemos llamar compromiso, el hecho de sentir que lo que haces es una porción obligada de algo más grande, de algo que tiene «relevancia histórica», ya sea tu sociedad, tu clase, tu nación o tu vanguardia artística, científica, tecnológica o política, si es que no el «reino de los cielos». Los «compromisos» de los metaprodéuticos serán, en cambio, transitorios, superficiales, intrascendentes (lo que no quiere decir que no vayan a experimentarlos con intensidad; pero estoy hablando más del papel intelectual de dichos compromisos en el marco de las redes de creencia de los humanos futuros que de, digamos, su fenomenología emocional). Sus compromisos serán un juego. Muy posiblemente, lo más adecuado que nos ofrece la historia de la filosofía para pensar en el «sentido de la vida» de los metaprodéuticos sea esa imagen nietzscheana que ya he mencionado del Übermensch como un niño que juega.

Un posthumanismo algo más digno del sentido literal del término sería un mundo en el que también habríamos dejado de creer en la dignidad, en el valor de la diversidad, o en el resto de antiguallas moralizantes.

cita de Braidotti como ejemplo de lo fácil que resulta atribuir a las propias ideas una significación histórica exagerada: «La idea de lo posthumano goza de amplia popularidad en la era también conocida como el ‘antropoceno’».

el término «Antropoceno» designa un hipotético período caracterizado por la posibilidad de que en el futuro muy lejano se puedan detectar en el registro geológico los cambios medioambientales provocados por la actividad humana. Si el Antropoceno llega a convertirse alguna vez en una realidad objetiva, en algo científicamente detectable, y no se queda en una simple moda cultural, será porque ha sido una época que haya durado, por lo menos, decenas de miles de años, o más probablemente centenares de miles (los suficientes para prevenir al menos una o dos de las próximas glaciaciones). Lo que Braidotti llama «la era conocida como el Antropoceno» será, pues, si es que llega a ser algo, una era que durará cientos de veces más que lo que lleva durando la historia de la filosofía occidental. ¿Pensamos, entonces, que de veras puede alguien pretender que «la idea de posthumano», o la corriente filosófica que llamamos «posthumanismo», será coextensiva con la duración de un período geológico?

el posthumanismo rechaza comprender el mundo mediante parejas de conceptos dicotómicos, y propone sustituir esta visión por otra en la que todos los límites se hagan fluidos y cambiantes.

el posthumanismo rechaza cualquier forma de dualismo, algo que también ha sido un rasgo central del pensamiento «moderno». Aquí entran dualismos de todos los colores: por ejemplo, mente frente a materia (la consciencia no es una realidad transcendente, sino continua con la materia, y además no se reduce al cerebro, sino que está «extendida» por todo nuestro organismo e incluso más allá de él

debemos tener en cuenta en igualdad de condiciones los intereses del resto de los seres vivos o, incluso, según algunas de las variedades más radicales del posthumanismo, los «intereses» de los objetos, superando no solo el antropocentrismo, sino incluso el biocentrismo. Aquí podemos hacer referencia a algunas nuevas corrientes del pensamiento metafísico, conocidas como «nuevo realismo», «nuevo materialismo», «realismo especulativo», o también con las siglas «OOO» («ontología orientada a objetos»), que pretenden superar la tradición según la cual el concepto primordial de «existencia» es la existencia humana.

rechaza el antropocentrismo, la idea de que los intereses del ser humano son los únicos que deben tenerse en cuenta a la hora de organizar la sociedad, la economía y la política. El hombre debe dejar de ser «la medida de todas las cosas»

el humanismo, o sea, la noción de que hay una esencia humana universal. Frente a esto, las posthumanistas proponen la idea de un sujeto nómada (Braidotti), que no solo permitiría recoger la enorme diversidad de experiencias y culturas que encontramos en el mundo global, sino que reconoce también la propia flexibilidad con la que cada individuo puede reconocerse en diferentes «identidades».