Fui Kali, Medea, la marrana que devora a su cría, la mujer indigna de ser mujer que huye de su feminidad, un monstruo nietzscheano. Aún hoy, cuando leo antiguos diarios míos, cuando recuerdo, siento dolor y furia; pero mis objetivos ya no son ni mis hijos ni yo. Siento dolor por la pérdida de todos aquellos años, y furia ante la mutilación y manipulación de las relaciones entre madre e hijo, que es la más importante fuente original y experiencia del amor.