Unos cuantos ejemplos cotidianos aclararán el sentido de este voto: si estoy haciendo cola en el supermercado y ello me perturba, es porque lo que imagino hacer cuando termine la espera es más importante para mí que la serenidad; si temo enfermar, es porque la salud es más importante que la serenidad; si sufro porque no soy correspondido amorosamente, es porque el afecto de alguien es más importante que la serenidad; si me angustia la muerte de mis seres queridos, es porque me importa más su vida que la serenidad; si discuto agriamente con mi pareja sobre si la verdadera tortilla española incluye la cebolla, es porque llevar razón me importa más que la serenidad