Necesitaba saber de ti… Si estabas ya buena, si habías descansado… Si me querías mal, o si me mirabas con alguna indulgencia. ¿Dura el mal humor? ¿Y esa cabecita? ¿A ver?
Se la recostó sobre el hombro, sujetándola con la palma de la mano derecha. Asís, esforzándose en romper el lazo, notaba disminuidas sus fuerzas por dos sentimientos: el primero, que viendo tan sumiso y moderado al gran pillo, le habían entrado unas miajas de lástima; el segundo… , el sentimiento eterno, la maldita curiosidad, la que perdió en el Paraíso a la primera mujer, la que pierde a todas, y tal vez no sólo a ellas sino al género humano… ¿A ver? ¿Cómo sería? ¿Qué diría Pacheco ahora?