país tiene sus narraciones, sus cuentos sobre el mar. Hornero, las «Mil y una noches», han transmitido buen número de esas tradiciones horrorosas, los escollos y las tempestades, las calmas no menos peligrosas en que el navegante muere devorado de sed en medio del líquido elemento, los comedores de carne humana, los monstruos, el leviatán, el kraken y la gran serpiente de los mares, etc. El nombre dado al desierto, «país del miedo», hubiera podido aplicarse al gran desierto marítimo. Los más atrevidos navegantes, fenicios y cartagineses, los árabes conquistadores que intentaron conglobar el Universo, atraídos por las relaciones de la tierra del oro y de las Hespérides, pasan el Mediterráneo, lánzanse á través del Grande Océano; mas, pronto se detienen: el límite sombrío, cubierto eternamente de nubes, que se encuentra antes de llegar al Ecuador, les impone respeto. Suspenden su marcha, diciendo: «Este es el mar Tenebroso.» Y po