Sintió a la muerte y sintió un amor inmortal: algo le atravesó el alma y pensó en aquella mujer invisible, etérea y apasionada como el recuerdo de una lejana melodía.
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Pero, ¿quién… quién te enviará ahora las rosas blancas por tu cumpleaños?
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Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue la tuya aunque nunca lo supiste.
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¿A quién podría hablarle, en esta terrible hora, sino a ti, que fuiste y eres todo para mí?
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«A ti, que nunca me has conocido», ponía como encabezamiento,
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Al pasar la vista por encima de la fecha, recordó que era su cumpleaños.