Juicios sumarios I

que salva a los pueblos es la cultura.

el amor no es arrebato ni consuelo, sino luz.

Los hombres, dijo en alguna ocasión Oscar Wilde, primero aman a sus padres; luego los juzgan y casi nunca los perdonan.

reducir a orden el caos,

a la violencia responde el fuerte con una violencia mayor. Triunfa y la victoria no lo hace generoso. Como escarmiento dicta represalias contra sus adversarios. Tales métodos no logran más que empeorar la situación.

una solterona a quien el aislamiento ha hecho perder el sentido de las proporciones y la noción de sí misma, hasta el grado de pretender salvarse de su soledad por el amor de un adolescente.

Cuántos quedan para decir: «La Revolución soy yo», «México soy yo»?

El futuro se nos presenta con una evidencia tan aterradora, que nuestras mejillas palidecen y nuestras manos sudan. Y, sin embargo, nuestra boca permanece muda para la protesta. Y no es que temamos la falta de solidaridad de los demás, que también son víctimas del mismo incidente. Es que no se nos ocurre transitar de nuestra posición pasiva, dócil, a la de primeros actores de un drama, cuyos parlamentos jamás hemos ensayado antes y cuyo desenlace tiene tanto de misterio como de peligro. Así que nos conformamos con ver

La distancia estética en que nos gusta situarnos ante los hechos es lo que nos impide protestar cuando esos hechos nos perjudican.

contempladora siente que «vivir es —a ratos— una revelación infinita de plenitud».