pero antes de cumplir dos semanas se dio cuenta de que ya no pertenecía aquí y encontró un pretexto para volver a Noruega. Allí se había sentido extranjero muchos años, pero le bastaron esas dos semanas para curarse de la nostalgia, el mal de los exiliados, y echar raíces definitivas en el lugar que lo había acogido cuando le falló su patria.