A la sombra de un árbol muerto

Aunque pecadora, su hija podía enloquecer por la tristeza.

Tarde que temprano los muertos cobran sus deudas, se disipan y dejan algo de sí mismos en los ojos de los vivos, en el alma de los vivos, en la memoria de los vivos, que es donde hallan su última morada en el mundo; luego se van y dejan de andar penando.

Con el tiempo llegará el olvido. Con el olvido, la calma.

La tierra volverá a la tierra. La nada volverá a la nada.

A este mundo se viene a sufrir, eso le había enseñado su madre, y también que más valía tener mano dura porque si no uno echa a perder a los hijos.

Leonarda le dijo que le dolería. Le dijo que no lo hiciera. Le dijo que sentiría culpa. Le dijo que no vería la vida igual y que después de la primera vez no había marcha atrás, que rodaría con uno y con otro porque la calentura es algo que no se puede controlar. Le dijo todo eso y, sin embargo, lo hizo.

si ya fue mujercita para abrir las piernas, que lo sea para cuidar de una casa

Que los vivos no sepan nada de eso, porque a los muertos no hay manera de engañarlos.

Por eso es importante no hablar del pasado, del que fue verdad. Hay que guardarlo en el baúl de los fantasmas y los demonios, echar llave y seguir viviendo la vida que nos tocó.

El silencio apresura el olvido y el olvido remedia los males con que nos azotó el pasado con su fusca

Cuando te toca, ni aunque te quites; cuando no te toca, ni aunque te pongas.