—Eres demasiado para mí —le había dicho él alguna vez antes de casarse—. Tu bondad, tu estabilidad, tu serenidad, tu actitud de total naturalidad en la vida… Son cosas que me conmueven.
Le había parecido un halago, aunque difícil de comprender, pero ahora se preguntaba si no habría sido una confesión de que no estaba enamorado de ella.