las imágenes y formas reales de mi sueño, es decir, las que en realidad vi en el momento en que soñaba, guardaban tal armonía, eran tan hermosas y seductoras y encerraban tanta verdad que, al despertarme, no fui capaz de recrearlas con nuestro pobre lenguaje, de suerte que tuvieron que borrarse de mi memoria; en suma, es probable que, inconscientemente, me viera obligado a recomponer después algunos detalles, sin duda distorsionándolos, llevado sobre todo del deseo apasionado de expresarlos lo antes posible de un modo u otro. Pero ¿cómo no iba a creer que todo eso sucedió de veras? ¿Que mi experiencia acaso resultara mil veces mejor, más luminosa y alegre de lo que he relatado? Aun suponiendo que fuera un sueño, todo eso no ha podido dejar de ser.