Al igual que un jardinero cultiva su parcela, manteniéndola libre de malas hierbas, y haciendo crecer las flores y los frutos que necesita, así un hombre puede cuidar el jardín de su mente, eliminando todos los pensamientos erróneos, inútiles e impuros, y cultivando hacia la perfección las flores y los frutos de los pensamientos correctos, útiles y puros. Siguiendo este proceso, el hombre descubre, tarde o temprano, que es el maestro jardinero de su alma, el director de su vida.