Una tumba con vistas

Citó a John Claudius Loudon, el gran visionario de las necrópolis que en el siglo XIX había escrito que el objetivo secundario de un cementerio, después del entierro, debía ser «la mejora de los sentimientos morales y el gusto general de todas las clases sociales y, más en concreto, de las grandes masas de la sociedad». Que los cementerios pudieran convertirse en lugares de educación y entretenimiento, por tanto, no suponía alejarse demasiado de su función social original. Y

Christina Larner en su libro Enemies of God, «la caza de brujas es hasta cierto punto sinónimo de la caza de mujeres».

Torryburn, donde vivía Adie, fue famoso por la quema de brujas. Parece que todo se debió al fervor obsesivo del pastor local, el reverendo Allan Logan. La persecución de esas mujeres puede verse como una expresión del deseo de control social por parte de la Iglesia, pero es probable que a menudo también subyaciera tras ello una misoginia sádica.

ue entonces cuando me di cuenta de que un entierro era, en cierto modo, una breve biografía de la vida de una persona […]. A partir de ese momento, cuando reunía datos para una biografía, siempre saltaba al último capítulo para ver qué se había escrito sobre su entierro».

tiene esa característica común de los autodidactas de tomarse su aprendizaje a la ligera; el placer que le supuso adquirir todo ese conocimiento va acompañado del deleite que le proporciona difundirlo.

estival de Cuentos de Fantasmas

por la ventana abierta sobre un reloj grabado con las palabras de Horacio: «Pulvis et umbra sumus».
Somos polvo y sombras,

Aviso a los curioso

H. P. Lovecraft, en su ensayo El horror en la literatura, observó que James estaba «

Junto con Hastings, Sandwich, Dover y Romney, Hythe pertenecía a la confederación medieval Cinque Ports, los cinco puertos que formaban parte del sistema de defensa naval de Inglaterra. Los grafitis medievales de los pilares muestran barcos, símbolos protectores, un dragón, un demonio y un gato. Se cree que algunas de esas pintadas las hicieron peregrinos que se dirigían al santuario de Tomás Becket en la catedral de Canterbury para dar las gracias por haber regresado de Francia sanos y salvos. Desde el punto alto del camposanto, entre tumbas talladas con anclas, se puede ver la brumosa Côte d’Opale.