Fenómenos de circo

El disfraz

En el circo, disfrazado de payaso, su torpeza pasa desapercibida. El maquillaje blanco encubre su blancura. Sus compañeros de trabajo se quejan a veces de que huele mal, pero el director de circo lo defiende, porque hace reír como ninguno, se contenta con poco, y casi nadie se da cuenta de que está muerto

La danza de las arañas

No, la danza de las arañas no me interesa, lo siento. Por favor, no me vuelva a hablar de la antigüedad del número. De la época Muromachi, anterior a la época Edo, ya me lo dijo. Ayer me ofrecieron un número de equilibrio sobre menhires que es prehistórico y tampoco me interesa. Mire, hay cuestiones de infraestructura, esto es una carpa, no hay forma de armar redes entrecruzadas entre pilares, como en los templos japoneses. Además yo no soy un ignorante, usted sabe muy bien lo que pasó cuando la danza dejó de ser una tradición religiosa y se convirtió en número acrobático, con las redes a buena distancia del suelo. Peligrosísimo, usted lo ha dicho. Por algo se dejó de representar incluso en Japón. No, ni siquiera con cable de seguridad. Sin embargo… espere un momento, no corte. ¿Qué otras cosas saben hacer sus arañas?

Quizás

Si los elefantes duelen y la carpa tiene un sabor amargo, si las serpientes empapan de sudor frío los trapecios y los tigres te devoran la memoria, si se oyen los gritos del mago pidiendo socorro pero nadie lo ve, si el domador azota a la ecuyere y no hay payasos, sobre todo si no hay payasos, es aconsejable retirarse despacio, sin que nadie lo note, quizás no sea un circo, a veces es mejor no preguntar.

l circo de mis sueños

Para Silvio

No hay payasos borrachos ni ecuyeres, no está el domador ni los sumisos tigres, no hay gitano con oso bailarín, no hay tirador de cuchillos con partenaire puro coraje, no hay acróbatas, ni trapecistas, ni vendedores de golosinas, ni malabaristas, no están los enanos, no hay carpa, ni banderines, ni delicados elefantes, ni mago de veloces dedos. Pero estamos vos y yo. Y nos aplauden.

Dudoso circo

Usted cree estar en un circo, pero tiene dudas, busca pruebas. La osa tiene la cara de su madre, la palabra acróbata, sin dejar de ser puro sonido, está hecha de letras rojas y se puede comer. Usted, que sin embargo no es una mujer, está amamantando a un tigre pequeño que sin embargo no es un bebé. Usted hace lo posible por despertarse con el sonido de la orquesta, pero la música le resulta hipnótica, asfixiante. Con las manos agarrotadas por el sueño usted logra apartar la almohada de la nariz y ahora respira mejor. Nada de eso prueba que usted no esté realmente en un circo. Para estar seguro tendrá que despertarse, mirar a su alrededor, asegurarse de que no ha desembocado en otro sueño. Y sin embargo.

Murió a los ochenta años, haciendo reír hasta el final. Se dice que podía responder a las pullas, comentarios y bromas del público, con citas de Shakespeare. Más extraordinaria que su hazaña es la idea maravillosa y tal vez fantástica de que su público fuera capaz de reconocer esas citas como auténticas o impugnarlas como apócrifas.

En 1772 un espectador inglés anotó en su diario que vio a Richardson devorar carbones encendidos y azufre en llamas, además de cocinar ostras a la brasa adentro de su boca. Según cuenta Harry Houdini en su libro Traficantes de milagros, también bebía o fingía beber un vaso de cerveza convertido en vidrio derretido. Uno de sus sirvientes lo hizo caer en el descrédito delatando sus trucos. No todos sus actos, sin embargo, eran engaños. Aunque nada se sabe al respecto, murió sin lugar a dudas.

En la realidad, estaba casado con Baby Bunny Smith, una mujer gorda que llegó a pesar 230 kilos, una cifra que en el siglo xxi ya no impresiona. Los circos solían organizar falsas bodas de mujeres gordas con esqueletos vivientes y de enanos con gigantas. Sin embargo, Baby Bunny y Pete tuvieron dos hijos y una larga vida en común. No solo su casamiento fue real, sino que volvieron a casarse cuantas veces fue necesario para publicitar su show. Pete murió en 1956.

No se sabe si la famosísima liliputiense, que necesitaba alimentos especiales, murió de hipotermia o a causa de complicaciones intestinales. Lucía Zárate no sonríe en ninguna foto, lo que se considera prueba de desdicha, como si las sonrisas en las fotos fueran prueba de felicidad.

Colgado de un puente, sumergido en un río, en un acuario, en un bidón de cerveza, atado, encadenado, esposado, Houdini siempre escapaba. Pero no por mucho tiempo: a los cincuenta y dos años, la Muerte lo alcanzó por fin, y con la excusa de una peritonitis se lo llevó a su reino. Durante toda su vida Houdini se había dedicado a desenmascarar falsos mediums, tal vez con la secreta esperanza de descubrir alguno verdadero. Antes de morir, le dio a su esposa un código secreto. Solo un medium que estuviera realmente en contacto con su espíritu podría repetírselo. Ella lo intentó durante diez años, hasta convencerse de que la Vieja Dama Muerte ya no lo dejaría escapar.