La paciencia del agua sobre cada piedra

un gato que vive en la eternidad del instante.

El agua está fría y acaricia las piedras tanto que a todas las ha redondeado. Piedras que seguramente se desprendieron siendo filosas de las laderas de las sierras, triángulos llenos de bordes como cuchillos, puntas. Y la paciencia del agua fue una forma de amor hacia cada piedra.

una mujer duda, se siente vieja,

Una noche en que se sentía muy mal le dije al oído, “Ya está, Ran, podés ir”. Dio un suspiro y dejó de ser. Yo nunca había visto morir nada, nada que amara.

Los días perfectos que mi hijo no recuerda le dan la calma solidez que tiene él para hacer todas las cosas, aunque no lo sepa.

Fue cuando ser japonesa se volvió una explicación para mí misma: si no encajaba en donde estaba era porque pertenecía a otro lugar.

En ese entonces ser japonesa había pasado de ser una especie de deshonra a ser una ventaja. Me había vuelto “exótica”, y lo que antes me había valido castigos ahora parecía ser bueno. No entendí nunca el mecanismo ni pude escapar de él.

Era una perra triste y para estar con ella yo debía aceptar su tristeza aunque no supiera de dónde venía, y sin querer transformarla en otra cosa.

¿Será por eso, porque lidiar con algo es pararse frente a él y esperar con elegancia que te embista?

Los otros chicos decían que yo era china y eso un día mereció un castigo.