Alegrar al lector con hermosos artificios de la palabra no es el objetivo de la creación artística. Mi objetivo, cuando me siento a trabajar, no es alegrar a nadie, ni a mí misma, ni a otro, sino crear una obra lo más perfecta posible. La alegría – viene después, al finalizarla. El general, al iniciar la batalla, no piensa en los laureles, ni en las rosas, ni en las multitudes, – piensa únicamente en la batalla, y piensa menos en la victoria que en las posiciones que debe ocupar. La alegría – vendrá después, y será una alegría enorme. Pero también un enorme cansancio. Yo respeto el cansancio que surge cuando se ha terminado una obra. Significa que había algo que vencer, que la obra no se dio gratuitamente. Significa – que valió la pena dar la batalla. Ese mismo cansancio lo respeto en el lector. Mi poesía lo ha agotado – es decir, que la ha leído bien y – que lo que ha leído es bueno. El cansancio del lector – no es un cansancio destructivo, sino creativo. Co-creativo. Hace honor al lector y a mí.