Durante años me convencí de que todo lo que había recibido de mis padres eran cosas. Hasta que en esos últimos días en el hospital entendí que mi padre me había entregado mucho más que billetes en un muñón. Me había dado las historias, la capacidad de escucharlas y disfrutarlas, la capacidad de crearlas. Entonces entendí que estoy hecho de historias. Entendí que si algún día alguien me quita las historias, me desharé como se deshacían los brazos de mi padre, como las páginas de un libro muy antiguo, como si hubiera que atar los pellejos que me envuelven para que no me convierta solo en aire.