¿Hay vida en la tierra?

Hubiera querido donarlo al Museo de la Tortura pero su crueldad carecía de méritos históricos

Tenía razón: ninguno de ellos hubiera sesteado en un espacio público

formo parte de los millones de paisanos que no encuentran el modo de dormir

Eso resulta insignificante en comparación con el asunto que deseo contar ahora, animado por la franqueza que da la desesperación.

El hombre contemporáneo convive en forma extraña con sus objetos

¿Acaso un ranchero no se harta y se deprime y desea cambiar de aires?

Me persigné y abrí una novela para evadirme.

tatuajes.

Antes de documentar, me encontré a un conocido y sobrevino uno de esos diálogos de esmerada cortesía que los mexicanos sostenemos con personas que no volveremos a ver

La amiga de mi madre intervino con la pericia de los grandes médicos: sólo me tocó una vez, cuando la presa estuvo a su alcance, y se negó a cobrar.

De poco sirve decir que la vida en México permite los placeres complementarios de quejarse del país y tener ganas de ir al extranjero