Ojalá tengamos la fortuna de poder representar a la nación mexicana en su evolución, enfatizando en ésta la función histórica de sus grandes mitos. Esta función es extraña a un “funcionalismo” que se opondría a un “estructuralismo”; se inscribe en una dinámica, evoluciona con la sociedad cuyas aspiraciones expresa en la duración. Ateniéndonos “a estar a la escucha de los textos”, según la afortunada expresión de Marcel Bataillon, hemos adoptado un criterio fenomenológico, borrándonos voluntariamente para dejar que se dibujen mejor las representaciones mentales de los hombres del pasado y, como hubiera dicho Américo Castro, su “vivencia”.