La señora Dalloway

Cuando ella perdía la fe en las relaciones humanas (la gente era tan complicada) solía ir a su jardín y allí encontraba entre las flores una paz que no le proporcionaban los hombres ni las mujeres.

el matrimonio debe haber algo de libertad, algo de independencia entre las dos personas que viven día tras día en la misma casa

Tenía la constante sensación, mientras miraba los taxis, de encontrarse lejos, muy lejos, mar adentro y sola; siempre tenía la sensación de que era extremadamente peligroso vivir aunque solo fuera un día.

Hay algo ahora mismo en mi interior, pensó mientras se detenía junto al buzón de correos, que podría disolverse en lágrimas.

la soledad concede ese privilegio: en privado uno puede hacer lo que le venga en gana. Hasta puede llorar, si no le ve nadie.

Las personas a las que más queremos no nos sirven de nada cuando estamos enfermos

No se pueden traer hijos a un mundo como este. No se puede perpetuar el sufrimiento, ni aumentar el número de animales lujuriosos que carecen de emociones duraderas y solo experimentan caprichos y frivolidades que los arrastran en una y otra dirección.

todo vuelve a aparecer, engalanado, a la vista; todo existe de nuevo.

Era un descubrimiento maravilloso, sin duda, que la voz humana, dadas ciertas condiciones atmosféricas (porque uno debe ser científico, ante todo científico), pueda dar vida a los árboles

concediéndole con su caridad infinita y su risueña bondad una forma tras otra de belleza inimaginable, manifestando así su intención de proporcionarle, a cambio de nada, para siempre, solamente por mirar, belleza y más belleza