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Paco Ignacio Taibo Ii

La Vida Misma

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  • martehas quoted7 days ago
    —¿Qué tan seria es la cosa por aquí? —preguntó José Daniel, estirándose para conectar la cafetera—, porque me siento de una película, y en las películas… No, espera, de una novela, y como decía Malraux, los héroes son de la literatura.

    —Serio ¿como de qué? —preguntó El Ciego dejándose caer en una banquita de tres patas ante el escritorio—. ¿Serio como de que matan?, pues matan, y a mí la verdad no me gusta eso. No me gusta que maten a la mala. No me gusta que maten y luego lo celebren. No me gusta que nos arrastren el miedo por las calles hasta que nos lo metan dentro… Aquí era tierra de caciques, maestro; aquí lo chingaban a uno por respirar quedito, cuanto más por sonreír. Aquí queda mucho hijo de la chingada suelto… Mucho hijo de la rechingada suelto. Y no les gusta lo que estamos haciendo.

    —¿Y qué están haciendo? —dijo José Daniel mirando fijamente al subjefe de su hasta ahora no vista policía, de la por ahora medio adivinada ciudad.

    —El poder popular, mi buen. Qué pinche pregunta, con perdón. ¿A poco cree que usted podía ser jefe de policía de un municipio priísta?

    —De ninguno, más bien… ¿Qué eras antes, Ciego? Antes de ser policía.

    —Secretario del interior del sindicato de taxistas.

    —¿Y por qué cambiaste de empleo?

    —Son cosas que hay que hacer. ¿No le pasó a usted lo mismo?

    —No se muy bien lo que me pasó a mí. ¿Sabes cómo es tener 50 años?

    —Todavía no, pero no tardo… Aunque no me urge.

    —Es como saber que lo mejor ya pasó, una tontería así… Tengo canas en el bigote, ¿sabías?
  • martehas quoted7 days ago
    En aras de la hiperprecisión, fue en la enorme recta entre San Luis y Matehuala, cuando se habla largo, cuando uno cuenta todas las cosas, porque la carretera sin árboles, sin luces, lo hace contarlo todo desde dentro de uno mismo. La puntuación es mía.
  • martehas quoted7 days ago
    Las paredes contaban la historia de los dos últimos años en Santa Ana, invitaban a pensar en el calor de la hoguera, en el encono, en la guerra de palabras.
  • martehas quoted7 days ago
    4
    Hotel Florida
    Estaba amaneciendo y la luz que venía del este parecía entrar lentamente por la calle principal de Santa Ana, aclarando los blancos de las casas a 300 metros y lamiendo las paredes más cercanas.

    Desde su habitación en el cuarto piso del hotel Florida José Daniel Fierro pensó que nunca podría descubrir la calidad de esa luz; que podría ser jefe de policía de Santa Ana, porque la vida es lo suficientemente extraña y crea caminos, cascadas y recodos, pero nunca podría contarle a nadie cómo esa luz blanda iba avanzando hacia él y entrando al cuarto.

    Porque los jefes de policía se improvisan, pero los narradores de amaneceres son el producto de años de palabras.

    Tenía los ojos muy irritados por el desvelo, pero la ventana lo atrapaba como un papel matamoscas color estraza y pegostioso, de esos que ya no existen, y que él recordaba de unas vacaciones infantiles en Veracruz.

    Desde la ventana del cuarto del hotel se veían diez o doce calles, hasta que la avenida principal se curvaba hacia el norte y se escondía tras un edificio de cuatro pisos que tenía un cine en la planta baja. Una calle solitaria, con la luz artificial aún encendida, inútil ya porque el amanecer avanzaba raudo
  • martehas quoted7 days ago
    José Daniel Fierro le guiñó un ojo a la calle mayor de Santa Ana y se prometió comprarse un cuaderno y escribir lo que decían esas paredes; incluso tomar algunas fotos
  • martehas quoted7 days ago
    Barrientos, alias y más que alias, de nombre oficial, El Ciego.

    Un chaparrito de hombros y cuerpo cuadrado, con lentes de 15 dioptrías en cada lado, bigotón y cejijunto, le sonrió, casi tirando los dientes para afuera
  • martehas quoted7 days ago
    No me preguntes qué estoy haciendo en Santa Ana, todavía no lo sé, y si me pongo a explicártelo ahora, sería pura retórica. Disculpa, una más en tantos años.

    Besos. JD
  • martehas quoted7 days ago
    —A lo mejor lo que pasa es que no se lo estamos proponiendo bien —dijo Fritz—. A ver así: en año y medio han asesinado a dos jefes de policía municipal en Santa Ana. Los judiciales del estado nos traen jodidos, necesitamos una buena policía municipal, alguien a quien no puedan matar sin que se arme un pedote nacional, hasta internacional; por ejemplo, un escritor que acaba de ganar el Gran Premio de Literatura Policiaca en Grenoble, o al que entrevista el New York Times. Un escritor que aunque es de izquierda sale en el programa de Rocha cuando publica un libro. Uno que no puedan matar, y que además tenga coco, ideas, mente de investigador, uno que le sirva al pueblo y que además saque de onda a los priístas y al gobierno del estado, alguien que ponga su nombre en Santa Ana.

    —Entiendo eso, pero tiene que tomar algo en cuenta. Yo soy un culero. Tengo miedo. Este país cada vez me da más miedo. Si sigo hablando y escribiendo es porque me da más miedo callarme.

    —Por valientes no paramos, eso es cosa nuestra —dijo el presidente municipal—. Tenemos como diez que se meten a la jaula de los leones, esposados, y le dan patadas en los huevos a las fieras… Queremos a uno como usted. Nomás imagínese: «José Daniel Fierro, jefe de policía de Santa Ana».
  • martehas quoted9 days ago
    NOTA

    No existe la ciudad minera de Santa Ana en el centro-norte de México, y por tanto, nunca hubo en ella un ayuntamiento rojo, ni un jefe de policía que escribía novelas policiacas. Esta historia pertenece descaradamente al terreno de la ficción. La enorme mayoría de los personajes no existen más que en las páginas de este libro, e incluso aquellos cuyos nombres o signos distintivos he tomado prestados de la realidad, dicen cosas que sólo pueden atribuirse a mis fantasías. Aclaro todo esto, para que nadie piense que en cambio, el país del que se habla es irreal. Yo lo conozco, vivo con él todos los días.

    PIT II/1986-87
  • martehas quoted9 days ago
    Y con la lluvia te verás de suerte,

    que en lo que te dio vida temas muerte.

    Francisco de Quevedo

    Bien, los héroes pertenecen a los libros.

    André Malraux
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