Es preferible arrojar el corazón a un barranco antes que aferrarse a la idea de que quien nos hirió vendrá a reparar lo que ha dañado. Y primero se arranca la mano antes de aferrarse a los pies de quien ya camina lejos de ti. No se le dan segundas oportunidades a quien desaprovechó la primera y, lo más importante, no se le dirige la palabra a quien con las suyas solo supo lastimar.